Seguro que sois muchos los que en estos días estáis recibiendo montones de tarjetas de felicitación navideñas. Pero ¿sabéis cuándo surgió la idea y cual fue la primera? Ahora mismo os lo vamos a contar.
A mediados del siglo XIX Inglaterra se encuentra en plena época victoriana, sumida en el continuo devenir de acontecimientos provocados por el advenimiento de la Revolución Industrial. En estos años, un funcionario civil, el polifacético Henry Cole, será capaz de dar un impulso tal al mundo del diseño como nunca antes se había visto. En 1845, Cole, junto a unos cuantos seguidores, intentarán poner en contacto a empresarios con artistas y diseñadores, buscando aunar industria y arte, en pos de alcanzar una mayor belleza estética en el producto final y estimular así el gusto del consumidor.
La idea de Cole no sólo contó con el beneplácito de un buen puñado de empresarios sino que, además, conseguirá que la Society of Arts instaure un premio anual al mejor diseño y promueva diversas exposiciones de productos industriales. Poco tiempo después, él mismo fundará la primera revista de diseño de la historia: el “Journal of Design and Manufactures”, que tendrá una vida de tres años, entre 1849 y 1852.
Unos años antes de esto, Henry Cole ya había trabado amistad con John Callcott Horsley, pintor y diseñador londinense, miembro de la Royal Academy y de la School of Design of Sommerset. Horsley, cultivador principalmente del género histórico en su pintura, va a recibir, en 1843, un insólito encargo por parte de su amigo Cole: el diseño de una tarjeta de felicitación navideña. En ese momento, ninguno de los dos podía imaginarse la trascendencia que tal encargo tendría a partir de entonces en todo el mundo.
La histórica tarjeta sería concebida por Horsley a modo de tríptico, mostrando en su parte central a una familia acomodada festejando la Navidad, con la leyenda: “A Merry Christmas and a Happy New Year to You”. Por su parte, en los paneles laterales se reproducían algunos actos de caridad con los pobres. La original felicitación contaría con una tirada en Londres de mil copias, a modo de litografía, con fondo en sepia y coloreadas a mano.
Pronto la producción de tarjetas navideñas llegaría a convertirse en un gran negocio, a pesar de que los mismos fabricantes pensaran en un principio que sólo se trataría de una moda pasajera. Sin embargo, su difusión pronto traspasaría las fronteras británicas, extendiéndose por toda Europa y América.
Lo mejor de todo sería la nueva oportunidad de trabajo que se abría para pintores, diseñadores, ilustradores y escritores, que no tardarían en concebir nuevos modelos de tarjetas, aunque durante mucho tiempo siguiera predominando la propuesta de John Callcott Horsley, a modo de tríptico.
Emiliano Negrillo